El año 2015 ha entrado en Cuba con un nuevo reto: ¿Redundará el acercamiento de EUA a Cuba necesariamente en la democratización de la sociedad cubana, o tendrá el efecto de un apoyo material a las disyuntivas económicas que enfrenta la isla debido al fracaso socialista?
Hay aspectos a puntualizar en el análisis del acercamiento norteamericano a la isla:
En primer lugar, para los estadounidenses en general (sea del partido que fuere) es más importante la estabilidad interna de la sociedad cubana actual que la derrota de la dictadura castrista por razones asociadas a dos aspectos: hay miedo en EUA de una estampida balsera incontrolada hacia la Florida ante un vacío de poder en Cuba y segundo, la oposición política cubana no se ha mostrado como una opción real de gobierno para la isla, capaz de hacer frente al poder del narcotráfico regional que golpea a México y Centroamérica.
En segundo lugar, la pérdida de las elecciones parlamentarias de Noviembre de 2014 que produjo la derrota al partido del presidente Obama, ha sido enfrentado con medidas populistas de impacto en el electorado latino de EUA: por un lado, un decreto facilitando a varios millones de ilegales dentro del país para que regularicen su situación migratoria y por otro, la retomada de las relaciones diplomáticas con Cuba, en medio de un confuso intercambio de presos.
En tercer lugar --y por la participación activa del Vaticano y Canadá, nada sospechosos de querer favorecer la continuación del esquema comunista en Cuba-- aparentemente se ha impuesto la visión internacional de que este acercamiento podría redundar en un cambio democratizador dentro de la isla a medio plazo, a pesar de no haber una hoja de ruta a seguir.
Un aspecto poco despreciable salta a la vista: los opositores cubanos de dentro y fuera de Cuba, que siempre han sido calificados por el castrismo como “asalariados de Washington”, se han mostrado –casi unánimemente-- contrarios a las decisiones de sus supuestos “financiadores”. En este sentido hay dos posibilidades: o los opositores cubanos --que supuestamente son financiados por EUA-- perderán sus “salarios” por desobedecer al “amo”; o, como segunda posibilidad, que la oposición política cubana –tal y como sucede en todos los países del mundo-- es variada, independiente y tiene sobre su país su propio punto de vista.
Lo anterior quiere decir que hay un subproducto claro en este diferendo entre la oposición política cubana y el gobierno de los EUA: no hay conexión causa-efecto entre la posición de la oposición cubana y la posición oficial de EUA. Será en adelante mucho más difícil calificar como “asalariado de EUA” a cualquier opositor cubano que promueva actividades políticas democráticas dentro de la isla, como ya ocurrió con los hechos represivos alrededor de Tania Burguera, calificada por la dictadura como “contrarrevolucionaria”, pero no como “asalariada de Washington”, o manejada tras bambalinas por la Oficina de Intereses de EUA en la Habana.
Este particular, a los ojos del mundo es muy importante, ya que a la oposición cubana se quería hacer ver como un apéndice de EUA y estos hechos han demostrado su independencia. En cualquier país del mundo la oposición lucha por sus intereses, que en el caso cubano es la democratización política de la sociedad y no únicamente la liberación de aspectos económicos, como quieren Raúl y Obama, manteniendo intacta la dictadura que oprime a los cubanos.
Esa es la gran diferencia entre la lucha de la oposición política cubana y la línea del gobierno norteamericano actual. EUA jerarquiza la estabilidad política con cambio económico, seguros que uno implica en el otro, mientras que la oposición cubana lucha por ¡democracia ya!
Artículos de este autor pueden ser encontrados en http://www.cubalibredigital.com